jueves, 27 de agosto de 2009

Memorias de un Fantasma II


Desde el suelo miro las nubes moverse sin control, deslizándose vacilantes a su antojo sin barreras ni obstáculos en su camino. Los rayos del sol se dilatan entre sus figuras, escapándose sin freno alguno y derramándose sobre cada parte del mundo cuando el día llega.

Admiro todo eso y la envidia en mi interior se difumina con la impotencia. La libertad la tengo, pero a la vez estoy encadenado a permanecer en este mundo, solitario, sin un igual o una versión parecida a ello. La muerte se llevó consigo cada pieza que hacía que todo valiera la pena.

Me siento en lo alto de una estatua, y los miro a todos contemplando con descaro como desperdician cada segundo sin importarles el valor neto que significa vivir, con trivialidades y simplismos que no llegan ni los llevan a ningún lado. La tristeza me invade día tras día en un afán de sufrimiento. Quien dijo que el purgatorio estaba fuera del mundo? Si para mi se ha convertido en el mundo mismo.

Ni una sonrisa, ni una mirada de interés que se convierta en el mínimo destello de felicidad o, para no ser tan exigente, alegría. Una gota de paz que se deslice por mi interior y me alivie un instante de esta fría agonía que sufro y no le deseo a nadie.

Y ahora para colmo enamorado… ja! Un fantasma se ha enamorado. Pero si se suponía que no teníamos sentimientos. Que moríamos para ser esencia y energía deslizándose por la tierra. Que engañado estaba.

Y pues así es, en mis días de penumbras en este lugar viviendo entre los vivos sin estar vivo me consigo con una figura nada peculiar, pero que me ha llamado la atención desde un ángulo bastante extraño.

Pero seamos realistas, la vida aún florece en el interior de esa persona y no puedo hacer nada para remediarlo. Ni siquiera me ve, no me conoce. Como podría esperar que su simple presencia se volviera una necesidad para mi. Es un tema del que me debería olvidar aunque me cueste; nuestros mundos son diferentes y así lo serán por mucho tiempo y cuando quizá la decisión pueda tomarse, se, en lo profundo, que no será tan cobarde como para abandonar la paz eterna y quedarse aquí vagando sin rumbo ni destino.

Debo ser la vergüenza más grande para cualquier muerto que vaga por la tierra. Si es que hay otros. Porque últimamente estoy empezando a pensar en que no hay nadie más aquí ni lo habrá jamás. Que estoy solo conmigo mismo y que hasta de mí mismo estoy harto…