Otro amanecer se escurre sobre el tejado. Como un manto arropa poco
a poco la casa entera acobijándole en contra del frío nocturno, la calidez es
casi palpable para mí que carezco del sentido del tacto y el aroma de la mañana
fue casi visible para mis inexistentes ojos. Por fortuna, el esplendor de ver
llegar el amanecer hizo que la tristeza disminuyera un poco con el pasar de las
horas.
Escuché sus pasos moverse con rapidez, como si corriera;
instintivamente me dejé caer y le vi calzándose los zapatos con un apuro increíble.
Di una mirada a su reloj y noté que habían pasado veinte minutos desde la hora
en la que debió haber sonado.
En medio de su prisa miró al espejo, miraba su reflejo y yo le
miraba directamente a los ojos en un intento de sentirme visible. Maravillosos
ojos, dulce mirada en la que me regocijo, dulce rostro que me hace sentir en el
paraíso.
Sus labios se curvaron en una sonrisa disimulada y sentí que la
sonrisa era para mí, pero mis pensamientos se apagan con la cruda realidad más
rápido de lo que aparecían. Enrolló la bufanda alrededor de su cuello con un
movimiento casi imperceptible y se encaminó escaleras abajo. Me dejé caer
nuevamente a través del piso y caí en medio de la estufa, me sentí absurdo y
contrariado parecía no recordar mi existencia, parecía no recordar nada ¿y para
qué iba a querer recordarme? Probablemente solo le serviría para asustarse.
Quizá sea mejor así.
Terminó de arreglarse, recogió sus cosas y cruzó la puerta. Cada
paso que se aleja me mata, es como si arrancaran un pedazo de piel con suavidad
y el dolor escociera en esto que ni se llama cuerpo ni tiene nombre. Siento
como se debió haber sentido morir, o al menos, como piensa que se debe sentir
porque sí, soy un fantasma, pero no recuerdo lo que es haber muerto.
La distancia le aleja cada vez más y entre más lo hace, más
destruido me siento. Como si me despegaran de una fuente de energía, como si me
apuñalaran hasta lo más profundo de lo que no soy. ¿Por qué el mundo funciona
así? ¿Por qué hay que sufrir sin
pedirlo?, ¿por qué algunos estamos condenados al fracaso y no al éxito? ¿Por
qué si existen las buenas casualidades, no puede ser casualidad lo que yo
quiero que sea?
Preguntas a las que, a pesar del paso del tiempo, yo no consigo
respuestas y creo que en mi condición jamás las conseguiré; nadie me escucha,
nadie me ve, soy una existencia inexistente en este mar de infortunios al que
llaman muerte, medio vivo porque siento, medio muerto porque no puedo amar a
quien amo.
Me gustó que me escuchara, me gustó poderle hablar, pero eso solo
me hace sentir más impotente porque cuando despierta se acaba mi ilusión y no
soy más que un recuerdo reprimido al que no le va a prestar atención cuando sus
ojos estén abiertos. Solo una cosa podría unirnos y jamás preferirá dejar de
vivir lo que vive, por preferirme a mí.
Tal vez sea mejor dejar esta tortura a un lado, tal vez sea mejor
irme y olvidar. ¿Podré olvidar? ¿Seré capaz de hacerlo, seré capaz de separarme
de su presencia y asumir la soledad para que me consuma y enloquezca en medio de
la inmensa nada? Si, debo irme y dejarle de lado, quizá así me sienta menos
solo, quizá así me sienta más vivo. Porque no es sino la imposibilidad de vivir
contigo lo que me hace sentir tan sin
vida. Y lo que más me duele es saber que no me extrañarás, porque sé que no lo
harás.
En medio de mis
pesares la noche se avecinó. Es lo bueno de ser un fantasma, no te preocupas
por el tiempo porque pasa como quieres y yo solo quería verle. Aun no creo lo
poco que dura el día cuando quiero y lo que se extiende la noche cuando le veo.
Disfruto cada instante lo máximo posible, recuerdo su delicada piel y lo
maravilloso de sus ojos aunque cerrados estén. Su sonrisa que está dibujada
disimuladamente en medio de sus sueños y lo pequeñas que son sus manos me dan
una idea de lo delicado que es su toque.
Cuando abrió la
puerta, pude ver el cansancio marcado en la mirada, pero no se detuvo de
prepararse una solitaria cena y leer un poco antes de ir a dormir. Me encanta
su rostro, pero el cambio tan dulce que ocurre cuando se sumerge en sus sueños me
gusta aún más. Es como si se volviera inocente, dejándome apreciar lo amplio de
sus pensamientos aunque no pueda leer su mente, es curioso lo que se puede
reflejar en el rostro de una persona cuando cierra los ojos, es increíble lo
mucho que puede reflejar de su ser.
Mi última noche de
vigila, mi última noche cuidando sus sueños. No me acercaba mucho para no molestarle y con la sola idea de que no le
veré más las horas se van como si tuvieran prisa, una prisa que hizo sentir con
las oleadas de sol naciente que se colaban por la ventana.
- -Ya despierta – susurré con
suavidad
Torció el gesto con
delicadeza, pero no dijo nada.
- - Vamos, despierta
- - Volviste – dijo y el asombro se
desbordó del vaso de agua que era mi intangible cuerpo.
- - Si - susurré de nuevo sin creer
que de verdad me había recordado – estoy aquí otra vez.
Su mandíbula se
sacudió y el vapor salió de su boca como si estuviera congelándose, me percate
de que tenía mucho abrigo encima y el sol resplandecía con tal fuerza que era
imposible que no calentara.
- - ¿Quién eres? – preguntó con un
movimiento espasmódico de la mano.
- - Soy…
Mis pensamientos se
hicieron densos e impenetrables, las imágenes de mi mente se hicieron nulidad.
Entonces me di cuenta de una cosa… no sabía quién era.