Y si, se hace
imposible dormir. Un huracán ha puesto casa en mi estomago y un tsunami sacude
mi corazón y nervios haciendo de mi sistema una completa tempestad. La emoción corre
por las venas como un rio desbocado crecido por la lluvia y mi pulso se
convierte en un indudable terremoto de escala imposible de registrar.
Horas para que la tormenta termine, solo horas para que
todo sea una total historia, horas para que se decidan muchas cosas. Aún así,
no paro de flotar en medio de todo, subiendo cuando el viento huracanado me
lanza a las alturas y me deja tocar las nubes, para luego bajar en picada con
la fuerza del oleaje. Esta será la tormenta perfecta. La tempestad para la que
he esperado casi seis años y por fin enfrento una tormenta que es solo parte
del show, una por la que muchos han pasado y que ahora es tiempo de calmar con
mis propias manos.
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